Taller de ebanistería

Se lamentaba el papá de un amigo graduado en el Gimnasio Moderno de que ya no dieran más clases de ebanistería. “Con lo bien que ayuda a formar el carácter, no como estos niñatos que lo quieren todo a pedir de boca y no se esfuerzan por conseguir nada”. De lo visto hasta ahora en Brasil 2014 me parece que el mejor taller de ebanistería lo tienen los holandeses. Tienen una técnica muy pulida para dominar el balón y ser precisos en la definición con un toque. La calidad media de un taller de ebanistería se refleja cuando se escuchan comentarios de un jugador tales como “es que falló ese gol porque el balón le llegó a su perfil contrario”. Una excusa que jamás se le escuchará a Falcao, por ejemplo.

Me emocioné al ver a Patrick Kluivert en el banquillo de técnicos de Holanda. Un delantero con unos detalles de filigrana excepcionales. Sin duda alguna uno de los mejores cabeceadores de la historia. Esta belleza para ilustrarlo:

El gol de Leroy Fer a Chile es todo un homenaje a esa tradición de los ebanistas holandeses: la suspensión en el aire y la maestría para rematar con un martillazo letal y preciso con la cabeza. Qué técnica impecable.

Sea motivo para recordar a Kluivert y a todos esos maestros de ebanistería que han logrado tallar jugadores así:

Estorninos colombianos: ¡al ataque de nuevo!

1.

Mi Manual de supervivencia para Bogotá tiene varias reglas. Por ejemplo tres de ellas:

  1. Si te van a robar con arma blanca, entrega todo lo que tienes: no llevas contigo nada que no podrás recuperar después;
  2. En caso de accidente, preocúpate primero por las víctimas si las hay y luego en reparar los daños. Si es tu culpa, empieza diciendo “No se preocupe, yo me hago responsable de todos los daños”.
  3. No aceptes los piques de los conductores de buses, ejecutivos y busetas: son más grandes y si te chocan dirán que tienen una familia con 12 hijos que depende de su salario mínimo, “no me denuncie por favor, mis hijos morirán de hambre”.

Son reglas o consejos para prepararse ante eventualidades desagradables o potencialmente traumáticas en la ciudad. Todavía en Ámsterdam, cuando me agacho para ponerle el candado a la bicicleta, pienso que ese es el momento del papayazo para que me la roben. Al viajar al extranjero, un colombiano debe estar preparado para otro tipo de experiencias desagradables. Como que le digan: “¿De Colombia? ¡Cocaína!”. Lo que los comentaristas australianos dijeron es una triste realidad: para muchas personas en el mundo, desafortunadamente es lo primero que asocian cuando escuchan el nombre de nuestro país.

En todo el tiempo que llevo viviendo en Ámsterdam nunca he tenido que pasar por esa experiencia desagradable. Pero sí en otras ciudades de Holanda. En un nuevo trabajo en Bolduque (‘s-Hertogenbosch en neerlandés), para darme la bienvenida en un ambiente relajado a mi jefe se le ocurrió decir a la hora del almuerzo: “Con que vienes de Colombia, Daniel, ¡ahora tendremos cocaína a buen precio!”, seguido por una risotada.

Con los años he ido trabajando, puliendo, perfilando mi Manual de supervivencia en Holanda. En una reacción extrema podría haber empezado una campaña de indignación y discriminación contra mi jefe. Pero sabía que a pesar de todo lo había hecho con buena intención. Mi respuesta fue: Sorry hoor, verkeerde Colombiaan. “Lo siento, colombiano equivocado”. Era mi forma de decirle que sí, hay muchos narcotraficantes en Colombia, pero no soy uno de ellos, como millones de colombianos tampoco. Parte del Manual de supervivencia incluye una cartilla pedagógica sobre cómo informar a las personas sobre la cadena de producción del narcotráfico, que a pesar de lo que se dice Colombia es el eslabón más débil y que los grandes carteles están en EUA y Europa.

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El aroma de lo nunca visto

De la llegada de Pep Guardiola al Bayern Munich al Kaiser Beckenbauer le preocupa lo mismo que a William Vinasco Ch.: Mucho toque toque y de aquello nada. Guardiola, gran heredero de la escuela iniciada por Rinus Michels y continuada por Van Gaal, es el artífice del mejor equipo de fútbol moderno conocido hasta ahora. La exitosa selección española también se benefició en gran parte de su obra. La prueba excelsa de que se puede ganar con un fútbol precioso.

Medio en broma medio en serio afirmó que el secreto del Barça era hacer todo para que Messi estuviese contento. La lista de damnificados por ese mantra es bastante larga, quizás sea el precio a pagar para disfrutar al máximo del mejor jugador del mundo.

El Tata Martino tuvo un año para lamentar en el Barça, sobre todo por las lesiones en la defensa y la pérdida en el campo del gran capitán Puyol. Sin defensa sólida ningún equipo, por más Messi que tenga, tiene posibilidad de ganar grandes títulos. Dentro de los aciertos del Tata hay uno muy destacable: la libertad que les concedió a Alexis y Neymar. Para bien del Barça y, sobre todo, de la dimensión artística y creativa del fútbol.

Recién llegado al Barça le dijeron a Alexis que tendría que aprender a jugar de nuevo. Cual alumno aplicado se esforzó en hacer tabula rasa de todo lo que sabía para empaparse del nuevo conocimiento. Hoy las directivas del Barça lo llaman un activo transferible. El Tata recordó las jugadas estelares de Alexis y le dijo: “Desátate, necesito que juegues así”. Y empezamos a ver deslumbres del mejor Alexis.

La terapia con Neymar fue otra: Donde manda capitán no manda marinero. Cruijff fue más contundente: En un mismo gallinero no puede haber dos gallos. Neymar, haciendo gala de una flexibilidad muy alegre por cierto, afirmó desde el primer día que él venía a ayudar al Barça y a que Messi siguiera siendo el número 1 del mundo, a jugar donde crean que es mejor para el equipo. Casi que le dicen lo mismo que a Alexis, solo que el Barça en ese momento sí necesitaba de la mejor versión de Neymar, no de un marinero más.

En Brasil 2014 estamos viendo a Alexis y Neymar en todo su esplendor, y aún pueden ir a más. Si Luis Enrique logra el cambio de hacer todo para que Messi esté contento a hacer todo para que Messi, Neymar, Alexis e Iniesta jueguen juntos estamos ad portas de ver lo nunca visto.

De lo más duro de esos duelos fratricidas latinoamericanos que se avecinan es que uno de los dos se quedará en el camino. Lo único bueno es que ambos han mostrado de lo que son capaces cuando se les deja. Solo queda cruzar los dedos porque Luis Enrique sepa o pueda hacer realidad esa crónica utópica.

Los pájaros de Hitchcock, versión azulada

Esta mañana me encontré con mi vecina y me dijo: “Ven y te tomas un café conmigo que te quiero presentar a Ham y Kaas (Jamón y Queso)”. Entré a su apartamento y me llevó directo al balcón. Me encontré con una jaula enorme donde había dos pajaritos azules.

—La que está en la barrita es Ham, el que está volando es Kaas.

—¿Cómo puedes distinguirlos?

—Es muy fácil. Ham es muy observadora, siempre está pendiente de lo que está sucediendo, muy analítica, trina mucho y de todo. Kaas en cambio es muy activo, lo ves moviéndose de aquí para allá, siempre tiene algo qué hacer. Tiene espíritu de viajero. Son como el ying y el yang.

—¿Por qué no los llamaste así entonces?

—Ay, no, Ham y Kaas suena más divertido. ¿No te parecen bonitos nombres?

El queso y el jamón siempre los asocio con el pan francés o un croissant, no con pajaritos azules.

—Tiene su punto original y divertido, tienes razón. ¿Qué es esa pulserita que lleva Ham en la patica?

—Ese es Kaas. Es una banda inalámbrica conectada con el router.

No hacía mucho le había ayudado a instalar su red inalámbrica y ahora me sorprendía con esto. No me imaginaba que el internet de las cosas incluyera animales también.

—Ahí donde lo ves, Kaas es un pajarito muy bien entrenado.

Trajo su iPad y me explicó muy emocionada:

—Con esta app puedo monitorear toda su actividad. En esta pestaña puedo ver cuántos metros ha recorrido hoy. Qué curioso, ha estado más activo que de costumbre.

Activó la vista en 3D y vimos su vuelo actual y los de la última semana.

—Mira, en naranja y rojo están marcadas sus zonas más activas, en azul las menos frecuentes, y en amarillo las nuevas. Qué bonito, está explorando la nueva fuente de agua que puse.

Deslizó su dedo en la pantalla y me mostró otra feature de Kaas.

Peanut bird selfie—Es que es muy inteligente. Mira, en esa cajita con ramitas hay una cámara donde puede tomarse un selfie. Todas las mañanas lo hace, aquí puedes ver el selfie de hoy.

Tuve la impresión de que sonreía para la foto. Muy inteligente.

—Lo más sorprendente es que lo puedes programar como tu alarma. Este regulador mide la cantidad de alpiste que tiene en su plato. Cuando él nota que está a punto de terminar, picotea esa palita y dispara la alarma de mi iPad.

—Impresionante. Oye, ¿y por casualidad sabes el contenido de los trinos entre ellos? ¿Utilizan algún hashtag para expresarse el amor entre ambos?

—Bueno, tanto como hashtags tampoco, pero en estas otras gráficas sí puedes medir la intensidad de sus trinos y así puedes discernir su estado emocional. Ham amaneció más cotilla que de costumbre, por ejemplo.

—¿Está ovulando?

—No, bobo, están esterilizados. Es por el calor del verano. Son una adoración, espero que no te molesten mucho por la mañana.

—Te soy sincero: no los había notado entre tantos pajaritos. Si se ponen muy molestos seguro que tu app también puede abrirles la jaula para que salgan y se den una vuelta.

—No, cómo se te ocurre, si salen se pierden y no vuelven.

—Seguro la app te puede indicar por dónde están.

—Pues hasta donde alcance la señal con el router, después de ahí están perdidos.

El mundo offline asusta no solamente a los humanos entonces… Como le sucede a mi amiga L, a mí también me afecta ver a estos pajaritos enjaulados solo para entretener a sus dueños. De repente tuve la imagen de que salían en bandada miles de ellos y se dirigían todos contra la cara de Nicolette van Dam, una recreación del linchamiento que está viviendo por un mal trino, una versión digital de Los pájaros de Hitchcock. Y de pronto empecé a ver muchos pajaritos azules enjaulados en mi celular.

—¿En qué piensas? A mí me pasa seguido con ellos, me pierdo en sus trinos fácilmente.

—No, nada especial, tengo la sensación de que ya había visto estos pajaritos azules enjaulados en otra parte.

Hablando de azul, cantemos:

Del olvido y el fin del juego

Nota para los lectores del rincón del vago: En su libro "Traiciones de la memoria", el escritor Héctor Abad Faciolince narra cómo llegó a descubrir que el poema "Aquí. Hoy", de cuyo primer verso se valió para titular su libro "El olvido que seremos", es de Borges. Su narración concuerda en grandes líneas con la descrita por Jaime Correas en "Los falsificadores de Borges" (resumen aquí). ¿Por qué escribieron dos libros sobre la misma historia? Porque uno está escrito en argentino y el otro en colombiano.

 

1.

Para los borgeanos duros, los que saben cómo es el ajo, que diría Alvarado Tenorio, quizás no haya nada más irritante que les comenten que cómo es de bonito el poema Instantes de Borges, esa traducción del poema en inglés If I Had My Life to Live Over, presuntamente de Nadine Stair. Un demonio juguetón se lo endilgó a Borges y, para malestar de sus seguidores, es uno de los poemas que más se asocian con el escritor argentino. Los 5 sonetos que Alvarado Tenorio le atribuyó primero a Borges para después decir que son de él podrían tener un destino similar. Lo particular en este caso y sin duda de los aspectos más divertidos del libro de Abad Faciolince son los juicios de eruditos declarando rotundamente que los poemas no podían ser de Borges, sencillamente NO eran de Borges, de pronto temiendo pasar a la historia como los que autenticaron a los nuevos Instantes.

Cuando García Márquez publicó en Semana un adelanto de su novela En agosto nos vemos, circuló una parodia mortífera del cuento, en la cual se exageraban o banalizaban fragmentos del capítulo y se presentaba como la versión original. Una experta de la obra de García Márquez creyó que la parodia era verdadera y se lanzó alegre a comentarla. Le costó la amistad de García Márquez: él la regañó diciendo que cómo era posible que ella siquiera hubiera creído que él podía haber escrito lo que decía la parodia. La experta cayó en una profunda depresión que le costó la vida. Estos juegos literarios no son pues cualquier lagaña de mico. Más de un experto se puede chamuscar con ellos.

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