Experiencias interculturales: un poeta

La última vez que hablé con mi amiga Annemarie, hace un par de meses, me dijo que estaba muy decepcionada con el mundo del baile latino. “Creí que se flirteaba más que en el flamenco, pero qué va, los hombres bailan conmigo y ni siquiera preguntan mi nombre”. Le dije que para la mayoría de la gente acá bailar salsa era una especie de deporte, no una actividad para conquistarse entre hombres y mujeres.

Nos encontramos por casualidad hoy en el almuerzo y me contó que estaba feliz porque estaba en pleno romance de verano con un colombiano, Alberto. “Además es todo un poeta. El problema es que tiene que regresar a Colombia y no sabemos qué va a pasar con esta distancia. Pero como él mismo me dijo la otra noche, no habrá una barrera en el mundo que nuestro amor profundo no pueda romper. Qué lindo, ¿verdad? Qué alma sensible tiene”. “Es poeta y tiene madera de cantante además, esa frase es de bolero”, le dije.

Annemarie seguía emocionada:

—No he conocido otro hombre tan romántico. Me llamó el otro día por la mañana para decirme que había soñado conmigo, soñaba que me besaba y que en mis brazos dormía.

—¡Ay cosita linda!

—¡Eso mismo dijo! ¿Cómo lo sabes? ¿Todos los colombianos son así de sensibles?

—No lo sé, pero es una expresión relativamente conocida.

—Tengo que ir a Colombia, qué tierra de poetas. Alberto me tomó de la mano el otro día y me dijo que me quería, que era su único anhelo, que era su bombón de chocolate. Bueno, la verdad me hizo reír un poco con eso del bombón de chocolate, pero son las cosas de la poesía, a veces sale bien, otras no tanto.

—Además ten en cuenta que estaba improvisando.

—Exacto, y es así de espontáneo para todo, tiene una creatividad increíble.

Por esas cosas de la naturaleza femenina, si le dijera a Annemarie que Alberto le está cantando grandes éxitos del bolero, el porro y la salsa pensaría que me siento envidioso de él. Aunque debo reconocerle que sí le envidio un pelín ese descaro para recitarle canciones y aguantarse la risa mientras lo hace.

—Te dejo porque esta noche juega Colombia y quiero prepararle una cena sorpresa.

—Muy afortunado. Ojalá gane Colombia, verás cómo se emociona con cada gol.

—Siiiiiiii, contra Grecia fue así, decía cosas rarísimas, como “¡¡¡¡goooool juego de ruta!!!". ¿Eso qué significa?

—Que la clasificación está encarrilada —. Eso de ser el ejecutor del amor no va conmigo. —Ahora sí vas a aprender muy bien colombiano, ¿cómo vas con las clases de español?

—Mal, qué vergüenza, tuve que suspenderlas, pero cada vez entiendo un poquito más.

—Excelente, anímate a seguir aprendiendo.

Nos despedimos, me alegré de verla tan emocionada así solo suspirara una vez más el verso del gran Willie Colón, las palabras son de aire y van al aire. Y estar atento a su caída, cuando le cante Nosotros: