The Man, 17. Carles Puyol, un hombre en quien construir

Carlos Fuentes decía que el trabajo del escritor es idéntico al de los holandeses con el mar: hay que construirse un espacio propio, ganarle unos pocos metros de tierra al mar. Con esta experiencia los holandeses han creado un dicho muy hermoso para referirse a otra persona: “Es alguien sobre quien se puede construir”.

El Barça tuvo un año desastroso precisamente porque le faltó ese pilar sobre el cual construyó sus años más gloriosos: Carles Puyol. La debacle se culminó con la lesión de otro pilar importante, Víctor Valdés, para dejarle la portería a Pinto, un arquero no apto para cardiacos. Bastaba con que el Real Madrid recuperara el balón en el mediocampo para que todo el Barça temblase –y no sin razón.

Ayer España fue eliminada de Brasil 2014 por un aguerrido y valiente Chile que terminó por derrumbar la obra española de los últimos seis años. Sin Puyol la defensa española hizo agua –como la del Barça– y el mediocampo y los delanteros no tuvieron esa garantía al fondo que los empuja a ser más valientes al ataque.

La tarea de Del Bosque o de quienquiera que sea el próximo entrenador de España no es nada fácil: tiene que encontrar a ese hombre en quien construir y como lo demuestra ahora mismo el mercado, como Puyol no hay ninguno. Qué triste homenaje a un gran central.

Planeación urbana: una cebra menos

Recién llegado a Holanda una de las primeras charlas que tuve que me impresionaron fue con un asesor de Schelto Patijn, entonces alcalde de Amsterdam y mascota oficial del festival de la comunidad LGBT de la ciudad. El asesor estaba encargado de evaluar el escenario en el cual el tráfico de trenes de la Estación Central podría ser desviado a la Estación Sur: ¿qué pasaría? “Es una posibilidad para el 2010”, me dijo. Era 1998. Un shock gratificante para cualquier cronista utópico. Eso es tomarse en serio la planeación y desarrollo de una ciudad.

Recordé esa charla por una noticia puntual que leí en el periódico ayer: “Desaparece la irritante cebra anterior al Damrak y el Hotel Victoria”. El Damrak es la calle que lleva desde la Estación Central a la plaza principal de la ciudad, la Dam. Es la más costosa: diariamente circulan por ella miles de turistas de más de 150 nacionalidades dispuestos a comprar cualquier chuchería o comer en el primer restaurante que encuentren. Circular por ella sigue siendo uno de mis placeres culpables.

La cebra desaparecerá esta noche porque un grupo de expertos de la Alcaldía concluyó, después de revisar horas de circulación en videocámara, que “no es del todo claro quién tiene la vía”, si los peatones o los ciclistas. La confusión se explica porque es la única esquina que tiene cebra y semáforo peatonal: un peatón desprevenido puede entender que la cebra le da prelación al atravesar la ciclovía, omitiendo que el semáforo está en rojo. Esto ha dado origen a muchos altercados entre peatones y ciclistas. He visto también el caso contrario: peatones que no confían o no están acostumbrados a una cebra y se detienen ante las bicicletas aún teniendo el semáforo en verde. “Es mejor que desaparezca la cebra para acabar con esa incertidumbre”, continúan los expertos. «Así podremos evitar también molestos incidentes».

A veces pienso que la utopía puede ser un lujo. Tener un equipo de expertos que se preocupe por el tráfico entre peatones y ciclistas es una prueba de ello. Pero también es cuando recuerdo que la utopía es sinónimo de “así deberían de funcionar las cosas”. La cebra podría volver: los expertos terminan su informe diciendo que evaluarán la circulación durante los próximos tres meses y entonces tomarán una decisión final. Es bello contar cómo se cuida el bienestar en una ciudad.

Polla mundialista

Hace cuatro años estaba en pleno romance de verano con Z. Cuando ella vio que me estaba entusiasmando mucho me dijo: “Daniel, no te emociones tanto, nuestra relación tiene los días contados”. Me dejó perplejo. “Siento decírtelo. Vengo del futuro y sé que en tres semanas ya no estaremos juntos”. Z me parecía una mujer tan sofisticada que en parte yo también estaba de acuerdo con que ella venía del futuro, que representaba a la mujer del siglo XXII.

—Sé que no me crees. Nadie me cree. ¿Ya llenaste el formulario de tu polla mundialista?

—¿El de Don Ballon?

—Sí, déjame lo lleno por ti. Después del mundial sabrás que no te estaba mintiendo.

Mientras lo llenaba me parecía que simulaba ejercicios de memoria, como “ese partido cuánto fue que quedó”. Al terminar puso en la final: España-Holanda 0-0.

—Excúsame pero en la final del mundial siempre tiene que haber un ganador.

—Claro que lo sé. El partido terminará 0-0 en el tiempo reglamentario y Andrés Iniesta anotará el gol que le dará su primera copa del mundo a España en la prórroga, en el minuto 116.

—Ajá.

—No te preocupes, Holanda se desquitará en Brasil 2014. Apuesta todo tu dinero, me lo agradecerás algún día.

“Vale, muchas gracias”, le dije. “Lo que quiere es dejarme y quebrado además”, pensé. Guardé su polla, no sin antes sonreírme –casi burlarme– del 7-0 que Portugal le iba a clavar a Corea del Norte, el 3-2 de Eslovaquia a la campeona Italia o el 4-0 de Alemania a Argentina en cuartos de final.

Como ella predijo, su futurismo o mi subdesarrollo terminaron nuestro romance exactamente tres semanas después. Luego de la victoria 7-0 de Portugal sobre Corea del Norte busqué la polla que Z había llenado y quedé pasmado al ver cómo se cumplían uno a uno sus pronósticos. Contra mi deseo e incertidumbre aposté cien euros a que España le ganaría la final a Holanda por 1-0 en extratiempo. Gané 2.450 euros gracias a Z, pero pude hacerme millonario si no hubiese dudado de ella.

La busqué después de recibir el pago de la casa de apuestas. Pasé por su apartamento pero la vecina me dijo que se había trasteado la semana pasada. “No me dijo a dónde se iba”, me contó. “Probablemente regresó al futuro”, pensé yo. Me fui en la bici al Beatrixpark y me senté bajo el árbol donde la conocí, un poco con la esperanza de que volviera a aparecer para darle las gracias o invitarla a pasear con el dinero que gané, pero ya nunca más la volví a ver.

Un buen ciudadano

Me invita mi blipfriend Martha Zervidou al Festival Literario en Atenas. Además de ver el partido Colombia vs Grecia el sábado en la noche, podría disfrutar en la tarde de la charla del poeta William Ospina con los escritores griegos Dimitris Stefanakis y Constantinos Paleologos. Oh wait! ¿William Ospina en Atenas el día antes de las elecciones? El deber ciudadano en las elecciones 2014 en Colombia es votar por el menos peor o no votar por el peor. Salvo que Ospina haya logrado registrar su cédula en Atenas, ese votico por Zuluaga se perdió. Un buen ciudadano.

Cantemos:

[N. del E.: Esta nota fue escrita sin mermelada santista.]

Mimos, traductores y espíritus santos. Pequeño homenaje andaluz

De niño tenía la misma dificultad para comprender a Marcel Marceau que a los ritos del catolicismo. Con las interpretaciones de Marceau contaba con mi mamá como traductora y sin ella no entendía nada, hasta que aprendí el lenguaje de los mimos. Con el catolicismo no he encontrado un traductor decente, sigue siendo una religión incomprensible para mí. Admiro, como Wilde, sus ritos, en especial el funeral y el matrimonio. Son ceremonias que preparan a los participantes para dos grandes experiencias, vida y muerte. ¿Qué hacer ante la muerte de un ser querido sin un rito de despedida? ¿Tirar el cadáver a la basura?

A la vez, nunca he entendido el celibato de los curas ni la virginidad de María. Mucho menos ese triángulo amoroso entre María, José y el Espíritu Santo, que Borges y Bioy Casares recogieron de manera hermosa en el cuento Eugenesia:

Una dama de calidad se enamoró con tanto frenesí de un tal señor Dodd, predicador puritano, que rogó a su marido que les permitiera usar la cama para procrear un ángel o un santo; pero, concedida la venia, el parto fue normal.

El guiño al Espíritu Santo es evidente. Otros tienen como patrón de la canción El santo cachón a José, el esposo de María, padre putativo de Jesús. Todo apunta a que la única función de ese enredo es legitimar el celibato. En todo caso, gracias al Espíritu Santo disfruto un día libre cada año, no puedo menos que estar agradecido con él.

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