The Man, 5

 

Wim Hof, el hombre de hielo en New York

Es conocido el experimento cocción y conciencia, en el que una rana que nada libremente en una cazuela con agua no percibe cómo se va incrementando la temperatura del agua gradualmente, apenas se siente mareada, sin energía, hasta que alcanza su punto de cocción y muere. En enero con el invierno sucede el experimento inverso con los ancianos, podríamos llamarlo congelamiento y conciencia: la temperatura desciende gradualmente en las casas y, si no han tomado las medidas adecuadas, mueren de frío. En enero del año pasado en Holanda fallecieron 80 ancianos más que en otros años por este fenómeno, se están tomando medidas para prevenir que con las bajas temperaturas que se están viviendo se vaya a romper ese récord: a esta edad el cuerpo produce menos calor entonces no es fácil detectar el proceso de congelamiento; hay centrales dedicadas a llamar a las personas mayores de 80 años para preguntarles por la temperatura de la casa.

Para el Hombre de Hielo, Wim Hof, poseedor del récord de permanencia durante mayor tiempo en una pileta llena de cubos de hielo (1h 44m), una de las soluciones para evitar este problema es que la gente se exponga más al frío: "Como ya todo el mundo se cubre con sacos y abrigos, la piel no está entrenada para resistir bajas temperaturas". El método para hacerse resistente al frío según Hof es el siguiente: empiece por tomar duchas cortas de agua fría, así se entrenan las venas para cerrarse de tal manera que la temperatura interna se mantenga a buen nivel.

El verano en que cayeron las Torres Gemelas fue especialmente caliente. Me iba al gimnasio y me quedaba hasta 30 minutos en la piscina de agua helada, con todo el cuerpo sumergido hasta la nariz. Parecía un hipopótamo o cocodrilo, casi sin movimiento. Estudié las reacciones de la gente cuando entraban a la piscina: muchos sentían ya el frío antes de tocar siquiera el agua. Comprendí que aparte del entrenamiento de la piel, es muy importante también vencer el frío en la cabeza.

El año pasado, cuando fui al Festival de Flamenco de Jerez de la Frontera, fuimos con mi amiga Iris al hammam de la ciudad, donde de paso descubrí la música antigua armenia, que acompaña la visita al hammam:

Cuando le propuse a Iris que fuéramos a la piscina de agua fría, me dijo que no, que era helada. Le aposté la cena de la noche a que podía permanecer 15 minutos dentro de ella. "Si duras 10 te invito lo que quieras". Y cumplió: la cena en El Gallo Azul, el sitio al que Gerardo Núñez le dedicó uno de sus albumes y canciones, fue exquisita y generosa.

Fui testigo de nuevo de la trampa de la psiquis con el frío. Los jerezanos estaban sorprendidos al verme tanto tiempo debajo del agua fría. Unas jóvenes juguetonas decidieron entrar a ver si el agua no estaba tan fría y salieron gritando del frío. Dos de sus amigos, muy musculosos, decidieron probar también. Aunque lograron controlar los gritos, no resistieron más de 2 minutos: seguro la piel no estaba entrenada.

Tomar duchas de agua fría es una vieja práctica aconsejada para calmarse –si mal no recuerdo hasta Jung escribió en sus memorias que la practicaba de vez en cuando. Y es cierto: a medida que pasa el tiempo en la pileta la mente se despeja y después de 7 u 8 minutos es posible escuchar los latidos del corazón. El experimento me dura hasta que el cuerpo empieza a tiritar de frío: ahí me salgo.

Wim Hof dice que una temperatura de menos 17 grados centígrados no es fría: "Yo la llamo refrescante. Cuando caminé media maratón en el círculo polar ártico con pies descalzos a menos 30 grados sí que sentí frío". Para este 2010, Hof tiene un nuevo desafío: caminar 50 kilómetros en el Sahara a plena luz del día sin tomar una gota de agua.