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Mi Manual de supervivencia para Bogotá tiene varias reglas. Por ejemplo tres de ellas:
- Si te van a robar con arma blanca, entrega todo lo que tienes: no llevas contigo nada que no podrás recuperar después;
- En caso de accidente, preocúpate primero por las víctimas si las hay y luego en reparar los daños. Si es tu culpa, empieza diciendo “No se preocupe, yo me hago responsable de todos los daños”.
- No aceptes los piques de los conductores de buses, ejecutivos y busetas: son más grandes y si te chocan dirán que tienen una familia con 12 hijos que depende de su salario mínimo, “no me denuncie por favor, mis hijos morirán de hambre”.
Son reglas o consejos para prepararse ante eventualidades desagradables o potencialmente traumáticas en la ciudad. Todavía en Ámsterdam, cuando me agacho para ponerle el candado a la bicicleta, pienso que ese es el momento del papayazo para que me la roben. Al viajar al extranjero, un colombiano debe estar preparado para otro tipo de experiencias desagradables. Como que le digan: “¿De Colombia? ¡Cocaína!”. Lo que los comentaristas australianos dijeron es una triste realidad: para muchas personas en el mundo, desafortunadamente es lo primero que asocian cuando escuchan el nombre de nuestro país.
En todo el tiempo que llevo viviendo en Ámsterdam nunca he tenido que pasar por esa experiencia desagradable. Pero sí en otras ciudades de Holanda. En un nuevo trabajo en Bolduque (‘s-Hertogenbosch en neerlandés), para darme la bienvenida en un ambiente relajado a mi jefe se le ocurrió decir a la hora del almuerzo: “Con que vienes de Colombia, Daniel, ¡ahora tendremos cocaína a buen precio!”, seguido por una risotada.
Con los años he ido trabajando, puliendo, perfilando mi Manual de supervivencia en Holanda. En una reacción extrema podría haber empezado una campaña de indignación y discriminación contra mi jefe. Pero sabía que a pesar de todo lo había hecho con buena intención. Mi respuesta fue: Sorry hoor, verkeerde Colombiaan. “Lo siento, colombiano equivocado”. Era mi forma de decirle que sí, hay muchos narcotraficantes en Colombia, pero no soy uno de ellos, como millones de colombianos tampoco. Parte del Manual de supervivencia incluye una cartilla pedagógica sobre cómo informar a las personas sobre la cadena de producción del narcotráfico, que a pesar de lo que se dice Colombia es el eslabón más débil y que los grandes carteles están en EUA y Europa.