1.
Una mañana marcada por el modo viaje. C. escribe: “Ya me quedé sin celular, porque se lo dí a DO, una odontóloga que a veces me ayuda con las cirugías. Quedé incomunicado hasta el próximo martes. Una sensación fantástica. Quedo en modo viaje. Me trataré de desconectar de todo”. E. descubre que perdió una llamada importante porque dejó el celular en modo viaje. Adopté esa costumbre de ella antes de dormir. Inconscientemente creo que me ayuda a dormir más rápido, siento que empiezo el viaje hacia la noche.
2.
Las calles de Buenos Aires
Ya son mi entraña.
Con estos versos empieza el poema Las Calles de Borges, el primer poema de su primer libro Fervor de Buenos Aires (o del que él quiso llamar su primer libro, negando sus Himnos Rojos). Con el estudio de este poema comenzó uno de los cursos de verano que el profesor Manuel Hernández le dedicó a Borges. De ahí pasamos a leer a Poe, Baudelaire y sobre todo a Benjamin, las páginas de todos ellos que hablan sobre la ciudad. Dirección única se volvió un libro fetiche de mi modo viaje. De paseo por Berlín inicié con entusiasmo infantil una colección de señales de Einbahnstraße que me encontraba en el camino.
De ese curso me quedó una especie de plantilla para recorrer la ciudad, para conocer su entraña y explorar cómo se escribía en la mía. La necesidad de descubrir su parkway de La Soledad, como bellamente lo expresó un compañero, su fábrica de colchones, su Candelaria… La ciudad como espejo del alma.