Caprichos del niño interior

Mi papá paseaba a su niño interior sin complejos por Bulevar Niza. Había en el centro comercial una tienda que mostraba una amplia gama de estilógrafos Montblanc que hacían babear a su niño interior, a pesar de que hacía ya varios años tenía estilógrafo, lapicero y cartuchera de la marca alemana. A veces entraba para que le mostraran algún modelo nuevo. Llegó a hacerse tan cliente habitual de la vitrina que una vez una vendedora lo invitó a que le ayudara a polichar los estilógrafos. Regresó a casa como si se tratara de un niño aficionado al fútbol que se tomó un selfie con Messi. A mí me gusta trolearlo enviándole fotos de las tiendas Montblanc cuando me las encuentro por casualidad en un viaje.

bose-soundlink-miniPues ahora resulta que me está sucediendo lo mismo, no con estilógrafos sino con parlantes. Hace unos años, mi niño interior iba entrando en pánico en Florencia. Sentí un desasosiego inexplicable luego de estar cinco días caminando por la ciudad, hasta que entré a una tienda de música, encontré una sección dedicada a ECM y la música logró tranquilizar a mi niño interior. Desde entonces en mi checklist de viaje figura siempre la música. (Sigue leyendo »»)

Los gatos y sus artistas

Artists and their cats

Artists and their cats

Anoche de visita por la feria del libro de Amberes me encontré con varios libros que harán las delicias de los lectores utópicos amantes de los gatos (lectoras en especial). Uno de ellos me sorprendió por su portada antropocéntrica: Artists and their Cats, que trae una fotografía de Dalí con Babou, su ocelote colombiano. ¿Ocelote colombiano? Así es. Por esas cosas del realismo mágico me vine a enterar de este dato gracias a F. (griega), quien agregó que parecía que había sido un regalo de un presidente colombiano en los sesenta. Difícil imaginar a uno de los miembros de la Junta Militar regalándole un ocelote a Dalí, de pronto una excentricidad más de León Valencia, pero perfectamente también pudo ser adquirido por un traficante de animales; con Colombia nunca se sabe.

En un texto dedicado a Babou, Daisy Woodward apoya la hipótesis del jefe de Estado:

Dali acquired his ocelot in the 1960s (allegedly from the Colombian Head of State), and for a time it was seen to accompany him, on a leash and stone studded collar, almost everywhere he went.

He de decir que fue F. quien me hizo caer en cuenta del carácter antropocéntrico de la portada. Como buena amante de los gatos, me dijo que en realidad el libro debería de titularse Los gatos y sus artistas, pues ellos son quienes influyen en sus obras. “¿Quién crees que diseñó y acicalaba el bigote de Dalí?”, me preguntó ella.

Babou acicalando el bigote de Dalí

Babou acicalando el bigote de Dalí

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Las trampas de la memoria

Creo que alguna vez leí una novela con este título. Si no, es un ejemplo perfecto del título. Esta semana pasaron de visita un par de amigos en su tour maratónico por Europa: 18 ciudades en 30 días. Recordé el chiste de otra pareja de viajeros: uno de ellos se asoma a la ventana del hotel, pregunta “¿qué día es hoy?”, ella responde: “Miércoles”, “¡ah, entonces esto debe ser Budapest!”, exclama él. Pasa todo tan rápido que no se alcanza a saborear nada. El único fin de estos viajes quizás sea hacer un inventario de lo que realmente vale la pena visitar.

Les comentaba la invitación que me hizo F. a un restaurante con dos estrellas Michelin (se ganó la invitación para dos personas en el bazar de la ONG en la que participa). Mis amigos me preguntaron que qué tal el restaurante. Les dije que había sido una experiencia inolvidable, pero cuando quise detallar el menú, solo recordé tres de los siete platos. De regreso a casa busqué en mi diario si tenía el listado de los platos, pero no lo anoté sencillamente porque creí que sería inolvidable. (Sigue leyendo »»)

Una casa con jardín

El día de la caída de las Torres Gemelas le pregunté a un colega su opinión sobre lo que estaba sucediendo. Él solo pensaba en la obra de renovación que estaba haciendo en su casa: “Mientras un avión no destruya mi jardín me tiene sin cuidado”. Entendido.

Ayer hablando con un colega me comentó con cierta angustia: “Vamos de vacaciones a Grecia en agosto, pero me preocupa mucho su situación económica”. Alcancé a alegrarme por escuchar una voz disidente a la general que desaprueba la inhabilidad y falta de seriedad de los griegos para pagar sus deudas.

“¿Qué te preocupa en especial?”, le pregunté. Su respuesta me hizo acordar del colega de las Torres Gemelas: “Que si hacen un corralito no podremos retirar dinero de los cajeros automáticos”. Grecia vive una crisis humanitaria, hay 300.000 personas viviendo en condiciones cavernícolas, el corralito aumentará esa cifra y a mi colega le preocupa que no podrá retirar dinero en sus vacaciones en Grecia.

“Tienes que hacer lo mismo que los narcos colombianos: empaca en una caja de cigarrillos billetes de 500 euros. Si recuerdo bien, puedes llevar hasta 57.000 euros en una cajetilla, suficientes para cubrir tus vacaciones de 10 días, salvo que tengas plan de reservar una isla con spa de 42.000 euros semanales para ti. Ahí sí estarías en problemas”, le comenté.

“No, viajamos en un plan económico pero igual tienes razón, lo mejor será llevar el dinero en efectivo”, dijo con una exhalación de tranquilidad. "Gracias por tu consejo", y se despidió dándome un leve espaldarazo. Quién sabe cuántas noches en vigilia llevaba el pobre hombre.

Para Virginia Woolf el ideal de la independencia y la libertad era tener una habitación propia. En una señal más del inexorable progreso, para muchos holandeses su viaje a Utópica, su ciudad del horizonte, es una casa con jardín. Y que los griegos paguen sus deudas. A tiempo.

Velocidades

Uno de los lazos comunes que tejieron Milan Kundera y Carlos Fuentes fue compartir la creencia de que hay cosas sobre la condición humana que solo la literatura puede decir (que es a su vez lo que da la medida de un escritor). Pero a veces es mejor dejar que hable la vida por sí misma: me encontré con el reportaje La búsqueda de la belleza. Yitang Zhang resuelve un misterio matemático y lo compartí entre amigos. Una experiencia que nos habla mucho sobre la condición humana en este momento.

Casi todas las reacciones coincidían en tres puntos: el primero, la lentitud, la capacidad de trabajar en un problema sin afanes; el segundo, la libertad, el encontrar el camino o la forma de ser dueños del propio tiempo y dedicarlo a lo que nos interesa; el tercero, la resiliencia, la que tuvo Zhang para continuar sus intereses en circunstancias adversas.

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