Todavía sigo impactado por los ataques a TransMilenio en Bogotá. Mi deseo piensa –junto con el alcalde Petro– que hay una mano oscura detrás de esos ataques, porque me parece inconcebible que jóvenes estudiantes universitarios (y se necesita cierto grado de inteligencia para ingresar a la universidad) piensen que la mejor forma de mejorar el sistema es destruyéndolo. Siento también nostalgia por la alcaldía de Mockus, evidentemente estos son jóvenes que aún no han aprendido a emprender acciones lúdicas para llamar la atención sobre un problema y buscar en conjunto una solución.
Hoy leo en La Vanguardia la entrevista con el ingeniero Carlos Daganzo, experto en transporte público. Fascinante, entre otras porque acaba con mitos como que el metro es más eficiente que los buses y, sobre todo, resalta la necesidad de que la ciudadanía comprenda el funcionamiento del transporte público para que pueda contribuir activamente en su buena gestión. Un par de citas:
Las soluciones para la movilidad urbana son consecuencia de conciliar posibilidades tecnológicas con decisiones políticas. Yo soy ingeniero e investigo y ofrezco soluciones tecnológicas, pero es el ciudadano quien debe elegir al político honesto que las entienda y ponga en práctica.
Y mi preferida:
Un sistema inteligente requiere la complicidad de una ciudadanía inteligente. Hoy, por ejemplo, el ciudadano le exige al autobús una parada muy próxima, pero si aceptara menos proximidad, el bus podría tener más frecuencia y mayor velocidad comercial, lo que haría más breve su trayecto.
Fue inevitable recordar entonces a la ciudadanía inteligente bogotana que atacó a TransMilenio. Siguiendo la línea de pensamiento de Daganzo, Bogotá tiene la fortuna de no tener metro y está en el momento justo de implementar soluciones creativas (y probadas) para mejorar el tránsito en la ciudad. Está visto que TransMilenio es una excelente solución –desbordada por su éxito. Pero para que funcione bien, se necesita que los ciudadanos comprendan y se comprometan con la solución global. Obviamente, esta es otra crónica utópica porque una ciudadanía conformada por personas a las que les fascina pasarse los semáforos en rojo, que siempre tienen la vía o agarrar los buses a palo tiene muy limitadas sus posibilidades de convertirse en inteligente. Se me sale un suspiro al pensar que, de nuevo, las soluciones están en nuestras manos pero la mentalidad es la que no nos ayuda a implementarlas.